martes, 15 de marzo de 2011

La responsabilidad de escribir bien - Parte 3 de 3

Víctor León Zuluaga Salazar* | Medellín | El Colombiano. Publicado el 14 de marzo de 2011.

Lo que dice un lector: "la responsabilidad de expresarnos correctamente es de todos...". 


Victor León Zuluaga Salazar
Defensor del Lector del periódico El Colombiano
Las columnas anteriores sobre el tema de la corrección gramatical motivó numerosos mensajes, llamadas y menciones en los medios de comunicación. Y, por supuesto, comentarios de mis compañeros de la sala de redacción.

El lector Miguel Ángel Díaz dice lo siguiente: "...he leído sus artículos periodísticos sobre la "Responsabilidad de escribir bien" y tengo que decir que sinceramente leo, oigo y veo errores garrafales en todas partes... Apoyo su juicio, según el cual los periodistas tienen un gran compromiso de escribir y hablar correctamente, y me gustaría que nos hiciera sugerencias a nosotros los lectores para expresarnos mejor...".

Y concluye con esta frase que resalto: "...la responsabilidad de expresarnos bien es de todos...".

La lectora Rosana Valencia G. reflexiona: "...los periodistas tienen una responsabilidad muy grande porque veo que los niños al leer el periódico aprenden ortografía y forman su léxico...".

Reitero que el lenguaje es el instrumento que usamos los periodistas para narrar los hechos con veracidad, propiedad y claridad.

Una de las estrategias de los medios escritos, en este mundo global, complejo y competido de hoy, es la búsqueda y conservación de la calidad periodística y por ende de la credibilidad.

Estoy de acuerdo con el autor Gonzalo M. Vivaldi : "Las palabras son los utensilios, la herramienta del escritor. Y como en todo oficio o profesión es imprescindible el conocimiento -el manejo- de los utensilios de trabajo, así también ocurre en el arte de escribir. Nuestra base, pues, es el conocimiento del vocabulario. El empleo de la palabra exacta, propia, y adecuada, es una de las reglas fundamentales del estilo. Como el pintor, por ejemplo, debe conocer los colores, así el escritor ha de conocer los vocablos".

El jefe de edición del periódico La Vanguardia , de Barcelona, España, Magí Camps Martín, conceptúa, adicionalmente: "Las noticias, los reportajes, las exclusivas, los artículos de fondo son, al fin, el producto que vende. A mayor calidad de contenidos, mejores ventas. Pero la calidad lingüística también computa, no tanto por su presencia como por su ausencia y, por tanto, de modo negativo. En un periodista la corrección gramatical se da por supuesta. Pero las prisas son traicioneras, para un periodista y para cualquiera. Y es de cajón que cualquier texto, aunque proceda de la mejor pluma, ha de ser revisado.

Hoy disponemos de un variado conjunto de recursos que nos ayudan a expresarnos correctamente. Están al alcance de la mano: internet ofrece diccionarios en línea, sitios dedicados a resolver dudas idiomáticas de toda índole, técnicas pedagógicas para practicar la ortografía, la redacción y el estilo. Hay métodos para mejorar la calidad de la escritura. Y en cuanto a la corrección, el apoyo de los diccionarios es vital. También hay en todos los países instituciones encargadas del estudio y la divulgación del idioma.

Estos son algunos de estos enlaces de gran utilidad para los periodistas y que están al alcance de todas las personas.

Diccionario de la lengua española y Diccionario panhispánico de dudas:
http://www.rae.es/rae.html

Bibliotecas de diccionarios:

Fundación del Español Urgente: 
http://www.fundeu.es/

La página del idioma español:
http://www.elcastellano.org/manual.html

Wikilengua del español:

El blog de Don Abel:
http://blogdedonabel.blogspot.com/

Notas del Idioma:
http://www.notasdelidioma.blogspot.com/

En fin, con una búsqueda rápida encontramos muchos más recursos, que nos ayudan a expresarnos con propiedad, claridad y corrección.

La responsabilidad de escribir bien - Parte 2 de 3


Víctor León Zuluaga Salazar*  | Medellín | Publicado el 7 de marzo de 2011.

Siempre es oportuno poner sobre la mesa la defensa del idioma. Para el periodismo traduce credibilidad y apego a la veracidad.

Victor León Zuluaga Salazar
Defensor del Lector Periódico El Colombiano
En esta oportunidad quiero extenderme sobre la responsabilidad de escribir bien, que tenemos los periodistas, pero que también es de todas las personas.

Hablar correctamente, escribir correctamente, es un requisito de la comunicación. Alguien puede creer que se trata de una cruzada inútil porque las nuevas tecnologías parecen desfavorecer la buena expresión.

Yo creo que no debe originarse en este fenómeno una licencia para maltratar la lengua. Estoy de acuerdo con la opinión de Betina Lippenholtz, cuando plantea: "Escribir y hablar bien tiene que ver con leer, con comunicarse, con prestar atención, etc., no con la plataforma. El papel no dio una mejor o peor escritura que el papiro, y la imprenta mucho menos. Los cambios tienen que ver con el uso del lenguaje, con necesidades propias del hablante en cada época y situación, y no con soportes o plataformas", según escribe en el portal educativo del gobierno argentino.

Cada vez crece el número de personas que extrañamos la buena escritura en los correos electrónicos, redes sociales, mensajes de texto y en general en los medios de comunicación. La costumbre de reducir el lenguaje en las comunicaciones personales no puede contaminar el que usamos en los medios de comunicación. Las expresiones íntimas, coloquiales y familiares deben quedarse en esos ámbitos y no darles espacio en los medios impresos y audiovisuales, dirigidos a audiencias más amplias.

La deficiencia que puede detectarse en algunos currículos educativos se subsana con la lectura de buenos autores y con la ayuda de innumerables recursos que están a la mano, a un clic de distancia. Internet como canal educativo ofrece inmensas posibilidades.

Errar es humano. Los lectores de los medios impresos son cada vez más exigentes y señalan con frecuencia los errores, las erratas o equivocaciones al digitar, las fallas de ortografía y de otra naturaleza.

Y corregir también es humano. Cada error, por insignificante que parezca, debe ser corregido por el periódico. Como defensor del lector insisto en la necesidad de establecer una sección de correcciones.

Las imprecisiones y los errores atentan contra la veracidad y la credibilidad del periodista y del medio de comunicación.

Dudo lo que dice la canción interpretada por Héctor Lavoe y autoría de Tite Curet Alonso: "Tu amor es un periódico de ayer / que nadie más procura ya leer / el comentario que nació en la madrugada / y fuimos ambos la noticia propagada / y en la tarde materia olvidada".

El periódico puede volver a leerse. Es documento de consulta permanente. Y hoy, la información está puesta en la red y llega a todas partes y queda guardada en archivos y carpetas públicas y personales.

Así las cosas, es necesario corregir los errores, por simples que sean. Es responsabilidad del periodista escribir correctamente. Y cuando publica un error, corregir.

Como el tema no se agota aquí, continuará la próxima semana. 

La responsabilidad de escribir bien - Parte 1 de 3

Víctor León Zuluaga Salazar*  | Medellín | Publicado el 28 de febrero de 2011.

El periodista debe saber usar el lenguaje como el cirujano el bisturí. 


Victor León Zuluaga Salazar
Defensor del Lector de El Colombiano
Un porcentaje significativo de los comentarios de los lectores se refiere a la calidad del contenido y la corrección idiomática. Son frecuentes los que señalan errores de ortografía, puntuación, concordancia, sintaxis, imprecisiones geográficas, datos equivocados, etc.

Una lectora y un estudiante de la Facultad de Comunicación Social de la Fundación Universitaria Luis Amigó, de Medellín, alientan, de nuevo, la reflexión sobre el asunto.

Esta semana la lectora María Victoria Saldarriaga Henao me envió un mensaje directo y contundente: "... quisiera saber si la Real Academia Española abolió el punto y coma de toda redacción". Y tiene toda la razón porque el punto y coma es poco usado.

El profesor e investigador Héctor Manuel Gómez conceptúa que "el punto y coma está reservado para quienes dominan el tema porque su uso es demasiado sutil. Tiene dos usos: el primero es de carácter gramatical, cuando dentro del texto hay demasiadas comas internas o cuando la relación no es tan cercana como la coma ni tan lejana como el punto. En las enumeraciones complejas, por ejemplo".

"El uso número dos es de carácter psicológico, cuando el autor escribe con estilo un tanto atropellado dando la impresión de estar detrás del lector empujándolo para que no participe del texto. Un autor español dice que este signo de puntuación nunca desaparecerá y que, por el contrario, quien tiende a desaparecer es el que no lo sabe emplear", agrega el lingüista.

En un foro sobre la misión educativa de los medios de comunicación, al que fuimos invitados varios periodistas de la ciudad, se planteó la necesidad de que el periodista se exprese bien. En primer lugar porque claridad, propiedad, precisión y rigor son atributos del lenguaje que también son requisitos de la información. Y en segundo, porque el periodismo, además de informar, educa.

De una manera muy gráfica he dicho en otras oportunidades que el periodista debe saber usar el lenguaje como el cirujano el bisturí.

El periodismo se enfrenta hoy a fenómenos complejos. Hay quienes creen que no es necesario escribir bien sino que se entienda. Las deficiencias de la formación en expresión oral y escrita se cuelgan en las redacciones de los medios de comunicación. El lenguaje reducido que usamos en las redes sociales y en otras formas de comunicación influye, y de qué manera, en la escritura del periódico.

El escritor e investigador mexicano Carlos Monsiváis concluyó que "informar ahora es usar a fondo la tecnología, no el idioma, y las ventajas de la inmediatez extrema ocupan con todo el espacio. Si pierde, si lo hubo, el interés específico por la escritura. Se debilita la ambición de poseer un lenguaje variado y con matices".

No obstante este panorama, considero que el periodista debe dominar el lenguaje porque es su principal instrumento de comunicación. Escribir bien es un requisito, pero también es un acto de responsabilidad social.

Los lectores de hoy son más instruidos y exigentes y la participación activa de las audiencias contribuye al mejoramiento de la calidad de la escritura.

Un ejemplo reciente de esta urgencia de escribir bien lo acaba de dar The Washington Post al abrir un nuevo canal, exclusivo y accesible, para que los lectores hagan las correcciones a los textos, mediante un formulario que envían fácilmente y que los editores revisan con frecuencia para hacer las enmiendas con diligencia. Este nuevo canal se suma a los tradicionales del teléfono, el correo electrónico y los comentarios de los contenidos.

La poesía como categoría de los silencios


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Vicente Verdú
Vicente Verdú

Poesía para ser Dios

Vicente Verdú | Medellín | El Colombiano. Publicado el 14 de marzo de 2011
En toda la historia de las lecturas personales, los mejores libros no fueron aquellos que se entendieron del todo ni tampoco los que no se entendieron nada, sino aquellos que de vez en cuando no se entendían y que, en conjunto, sus páginas no venían a ilustrarnos como escolares sino a cortejarnos como amantes.

Hay escritores que poseen ese don seductor y otros no por brillantes que parezcan o por esforzados que sean. De hecho, la cultura y el amor turbadores e importantes solo se encuentran en los sujetos y sus obras que no llegamos a poseer del todo. El mundo se considera más seguro de su progreso, más seguro de su avance cuanto siente que aprende entendiendo que no entendiendo o viendo y tocando que imaginando.

Sin embargo, lo que se instala en la memoria más fértil es el filo de una ausencia que brillaba oculta entre la pared del sentido y del sinsentido. Este habitáculo es el que ocupa con frecuencia la buena poesía moderna o esa estética que, como en el mejor arte abstracto, no trata de decirnos algo concreto.

Nada exacto a través del pensamiento lógico sino algo incierto, la luz baldía del pensamiento demediado y en cuyas fisuras anida la lucidez del secreto.

Si la poesía se considera como aquella escritura de imposible traducción no es tanto porque en el otro idioma falten términos, sino por la imposibilidad de reproducir, en otras lenguas, la proporción, el peso, la distribución y la categoría de los silencios.

O sencillamente: el poema de Eliot es intraducible no por lo que se está escrito sino por lo que no se ve, y no hay ser humano que traslade a otro sistema ese silencio de otro universo escrito.

Escrito o inscrito puede decirse porque, desde una investigación espacial, lo inscrito se hallará inserto en la estructura o, a menudo, bajo la palabra donde se oculta, al costado indeterminable del adjetivo, el verbo o el sustantivo. Incluso la distancia eficaz de esos silencios es imposible de averiguar puesto que las palabras en el idioma poseen una u otra copulación con su ausencia, su cadencia, su carne o su luminiscencia.

De hecho, resulta tan impertinente una traducción de los poemas de Vallejo, por ejemplo, como sería demencial tratar de explicar las formas, los colores y los efectos de un cuadro abstracto.

El lenguaje es, en semiótica, el patrón de la comunicación, pero dista de ser el Dios. El Dios de la poesía no se dice, como tampoco la auténtica creación que ostente una pintura habla inglés, español o alemán. En los museos, como en las capillas, se pide silencio porque ni ante los cuadros ni ante el altar hay nada que decir y menos en el idioma de las tertulias, los discursos políticos o los libros sagrados.

Parece que aprendimos del maestro que nos hablaba como un libro abierto pero, en realidad, no es en donde el docente pone el dedo el lugar donde se halla la lección idónea.

Todos los libros, todos los cuadros, todas las arquitecturas, todas las músicas cuyos intervalos se revelan explícitos dejan de ser milagros.

El auténtico valor del conocimiento se encuentra en la inspiración del conocimiento que no viene a ser otra cosa que una limpia transpiración de su silencio. Porque hay silencios ganga, silencios trampa, no cabe duda.

Escorias de silencio que se desprenden de la impotencia pero, al revés, hay silencios potentes, mallarmeianos, valientes, tan capaces de transformar al receptor que, gracias a ellos, la poesía sigue imperando.

Sigue dando de beber alcohol al que solo esperaba recibir agua o inculcar luz insólita, luz indecible, al que esperaba llegar a saber racionalmente todo.