Nietzsche: la obra de una vida

GUÍA DEL TRABAJO FINAL
FRIEDRICH WILHEM NIETZSCHE: LA OBRA DE UNA VIDA
Por Raúl de J. Roldán Álvarez
Docente Marina Quintero Quintero
Experiencia de aprendizaje
Curso Sujeto y educación
2005


PROPÓSITO
Reconocer en la historia de la infancia y la adolescencia del personaje referenciado, los fundamentos estructurantes de su ser y de su obra.
EXPERIENCIAS DEL APRENDIZAJE
Introducción
Existen serios cuestionamientos de parte de algunos académicos —desde la época del “naturalismo”— a todas aquellas exégesis que parten de la vida misma del autor para explicar la obra de éste como resultado consecuencial de aquella. Por ejemplo, para Claude Lévy Strauss —fundador del “Estructuralismo” en la década de los cincuenta en el siglo XX—, el autor tiene escasa importancia en la medida que es un sujeto en donde se cruzan los discursos; es, en síntesis, un simple cruce de ideas de muchos tipos que ha de ser puesto de lado cuando se trate de valorar la obra como tal: la obra no le pertenece, ésta se autosustenta como expresión de toda una sociedad.
Lo anterior, desde mi punto de vista personal, no puede considerarse un axioma, pues ambas, autor y obra, son la expresión de un mismo fenómeno orientado a la construcción y deconstrucción permanentes de un sujeto que, a su vez, es influido e influye sobre la construcción y deconstrucción de otros. Es, precisamente, en este ciclo, como se erige una sociedad que tiene como centro el conflicto y es, a partir del conflicto mismo, como la historia no permanece anquilosada y se convierte en un todo orgánico.
Por tanto, la infancia y la adolescencia son etapas de la vida que juegan de manera decisiva en la producción futura del sujeto; porque, de lo contrario, tendría necesariamente que llegarse a la conclusión de que los sujetos construyen su obra de forma coyuntural; lo que no puede ser constatado desde la producción misma.
De ahí, el florecimiento de una “historia de la vida privada”, de una “historia de la infancia y la adolescencia” y de una “historia de la mujer”, las cuales comenzaron a ser desarrolladas aproximadamente a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado.
Ya el motor de la historia, en definitiva, no se encuentra alejado del sujeto —en sus modos de producción, a manera de ejemplo— sino en la dinámica oculta de unos “modelos de crianza” que se presentan, con nuevos ropajes, a la acción inconsciente no sólo del sujeto sino de la sociedad misma como un todo.
Hoy, nos corresponde constatar, lo dicho en el párrafo anterior, en un personaje como el filósofo alemán Friedrich Wilhem Nietzsche, del cual podemos decir que su obra se nos presenta como la expresión de toda una vida y que su vida, de igual manera, es la expresión de toda una forma de ver, de sentir y de actuar.
Es extraño, pero todos aquellos que han considerado a Nietzsche una antitesis de la sistematicidad del pensamiento kantiano, no pudieron percibir que la vida misma del filósofo —más allá de la pura abstracción del raciocinio—era coherente con los planteamientos que siempre defendió.
RESPUESTAS AL CUESTIONARIO GUÍA TRABAJO FINAL
EXPERIENCIAS DEL APRENDIZAJE
1. ¿Por qué afirman los críticos que Nietzsche creció con la conciencia mesiánica de ser un “hijo del rey” y un “hijo de Dios”, precisamente él, que proclamaría en sus obras la muerte de Dios (“…Lo hemos matado, dijo el loco, Dios ha muerto.”). ¿Qué eventos de su vida privada lo llevaron a esa concepción, y a dicha creencia? ¿Cómo esta creencia afecta su subjetividad?
En este trabajo final, solicito a los profesores Marina Quintero y Marlon Cortés una licencia: No quiero fundamentarme en citas de los autores leídos sino, tan sólo, tratar de responder este cuestionario desde lo asimilado por mí en el curso, las lecturas elaboradas de tiempo atrás sobre el autor que me compromete y la forma cómo han influido en mi elaboración como sujeto. Por tanto, pido disculpas a Ustedes, reconociendo la importancia del material entregado, el cual fue leído con detenimiento y encuentro cercano a algunas apreciaciones que ya tenía, como cuestionamientos surgidos de la lectura de algunas de las obras de Nietzsche.
Comencé a leer a Nietzsche desde que era un adolescente: su estilo, nunca visto por mí en otras obras que había tenido la oportunidad de trabajar con un grupo pequeño de amigos preocupados por estos asuntos, fue definitivo para darme cuenta que me encontraba con un autor que desde una estilística muy particular y asombrosa conmovía como un trueno hasta los cimientos mismos de nuestra vida. Comenzar por “El Anticristo” en la traducción de Andrés Sánchez Pascual, con una enorme cantidad de citas a pie de página y aclaraciones a la elaboración misma de los textos, fue un buen comienzo desde lo académico pero no desde lo contextual; era, analogando a Nietzsche, un lector que no rumiaba y, por ello, la dimensión estética de dichas obras, la infinita soledad de su fuerza, influyó los contenidos en mí de manera equivocada, porque para poder asimilar la obra,de este maestro de la existencia, es necesario haber contado con un mínimun de claridad en la opción de vida seleccionada y yo, en ese momento, no sabía ni lo que quería.
Lo que sí podía cuestionarme era de dónde provenía la inmensa fuerza de su expresión: ¿quién se la había enseñado? ¿Qué lo había convertido en un hombre que se ponía al mismo nivel de Dios?… Que desafiaba y que decía que “la imagen de Dios se está pudriendo en su mismo cielo”. En fin, ¿quién era ese ateo que, al igual que Jesús, se expresaba en corto, pero con un gran poder que lo llevaría como a éste, a ser un hombre póstumo?
Empecé a pensar que Nietzsche sabía con claridad que la mejor manera de acabar con el mito de Dios era peleando con las mismas armas de éste fantasma: No podía vivir para su época, debía trabajar para el futuro, y para ello, como Jesús, debía de ser un hombre incomprendido y solitario que entrega su propia vida al tanatos del presente, para lograr la redención humana en el futuro.
Por lo anterior, comencé a presumir la “conciencia mesiánica” de Nietzsche, porque la única manera que tenía era enfrentarlo con dicha estrategia; por eso, nos dice que “una cosa muy distinta es su obra y otra, su vida”, porque él es de carne y hueso, no es un fantasma; porque la fuerza de los fantasmas radica precisamente en su ausencia y no en su presencia: Nietzsche quiso, con su obra, desvelar, como él mismo dice, a ese charlatán; quitarle la máscara; pero lo hizo desde un lenguaje que reclamaba ya no hablar más desde las ausencias sino desde las presencias.
Nietzsche era “hijo del rey” no sólo porque blandió la misma espada para combatirlo sino porque como él sostenía “es tan religioso aquel que escupe la hostia como el que se la traga”.
En el marco de este curso, tuve la oportunidad de reelaborar mis cuestionamientos y acercarme a un modo de ver la historia, un tanto diferente, a la que yo había supuesto para interpretar la vida de estos príncipes del pensamiento (“historia de la vida privada”, “historia de la infancia y la adolescencia” y otras).
Escuché, por ejemplo, que la subjetividad se alcanza y que no se nace siendo humano. Que ser humano es un proceso y que en ello juega papel fundamental las personas que rodean la vida del recién aprendiz. Que lo que se aprende es una especie de designio inconsciente que la tradición impone y de la cual no nos damos cuenta con facilidad hasta que hacemos un tour por las memorias de nuestras generaciones. Que a ésto lo denominaron modelos de crianza y que éstos influyen la conducta futura del sujeto ya sea para darle una nueva dirección a su vida si se hace consciente o replicarlo.
Nietzsche no es ajeno a lo anterior. Educado entre mujeres, sin necesidades económicas, sin la presencia de un padre a temprana edad (5 años) que controlara sus deseos, se dedicó de lleno a explorar diferentes disciplinas del saber y a darle libertad a sus propias iniciativas intelectuales. Pero la controversia entre sus alcances intelectuales y la rígida égida de la tradición luterana (abuelo y padre ministros de la iglesia) en la que fue educado el filósofo, hizo de él un hombre emocionalmente solitario, arquitecto de una rebeldía sin par en donde la individualidad y la independencia de criterio fueron los antecedentes de sus consideraciones filosóficas.
Fritz, como era llamado, era conciente de su propio destino y, consecuente con la vida que llevaba: deja plasmada en Ecce Homo una sentencia que no sólo sintetiza sus opciones sino lo que persigue con su obra: “Conozco mi suerte. Alguna vez irá unido mi nombre al recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como jamás la había habido en la tierra, de la más profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada, mediante un conjuro, contra todo lo que hasta ese momento se había creído, exigido, santificado. Yo no soy un hombre, soy dinamita”.
2. Desde la perspectiva del curso hemos podido comprender que las prácticas de crianza, la forma en que los adultos se acercan a los niños, son fundamentales en la estructuración de la subjetividad, y de la manera como se habita el mundo. Desde esta perspectiva, ¿Cómo la crianza determinó la formación de su ser y por ende su propuesta filosófica? ¿Tiene esto algo que ver en la manera en que Nietzsche se relacionó con las mujeres?
En los párrafos 8, 9 y 10 del punto número uno creo hacer un acercamiento a lo que pide la primera pregunta de este punto.
En relación con la segunda pregunta, Nietzsche mantuvo una relación con las mujeres de distanciamiento, con cierta inhibición y, además, con una carencia de compromiso que rayaba en la irresponsabilidad. Quizás el enorme conflicto gestado entre el dogmatismo religioso que pregonaba la renunciación y la resignación defendido por las mujeres de su familia y la cercanía cada vez más próxima a filosofías que aunadas a la soledad del campo, que él tanto añoraba de las épocas de la infancia, en que corría libremente sin atavíos y preocupaciones en su pueblo natal, gestaron un profundo conflicto emocional en Nietzsche en el que lo frívolo fue sustituido por lo académico y las mujeres quedaban elevadas al plano dogmático; o sea, al ideal religioso que tenían las mujeres con las cuales se educó.
Talvez fue ese mismo modelo de crianza en lo religioso y con alguna libertad no sólo en lo económico sino en lo académico, lo que sirvió de leit motiv a su formación como filósofo, crítico y psicólogo de las conductas morales erigidas como control de los deseos humanos. Quizá, la obra de Nietzsche pueda ser entendida como un psicoanálisis operado sobre sí mismo en donde el psicoanalista es la sociedad, la universidad, la religión y la familia alemanas, las cuales se ven emplazadas a dejar su neutralidad y a criticarse desde su posición de “dios absoluto” que, con alevosía cree dejar a cada individúo realizar su opción, pero que detrás de telones opera un lenguaje que lo aliena y lo somete.
Es así, como esa forma de expresarse de Nietzsche, esa estilística que va a los orígenes mismos de la propia lengua alemana, saca a la luz el problema de sujetos tácitos que aunque abstractos, se personifican (como decía el maestro Estanislao: “El viento sopla”) para controlar al incauto penitente.
3. No es necesario hacer una revisión exhaustiva de la obra de Nietzsche, para constatar que se fundamenta en la caída de los ídolos, como principio para el renacimiento del hombre aniquilado, precisamente, por los llamados “Mesías” del conocimiento (Filósofos, teólogos, Reyes y otros). ¿Se podría pensar en la declinación del padre como figura de autoridad en la obra de Nietzsche? ¿Por qué?; si esto es cierto, ¿qué episodios de la propia historia fueron determinativos?
Además de reconocer en la obra de Nietzsche, la expresión de la caída de los ídolos o “Mesías” del conocimiento como principio del renacimiento del hombre aniquilado, debemos preguntarnos, ante todo, ¿qué permitió que ese hombre fuese sometido en sus valores más preciados (“los instintos”)? ¿Por qué y para qué aparece la moral? ¿Qué papel juega “la razón” socrática —base de la filosofía occidental—en dichos asuntos?
Dice Nietzsche en el “crepúsculo de los ídolos”, lo siguiente: “A mí mismo esta irreverencia de pensar que los grandes sabios son tipos decadentes se me ocurrió por vez primera justo en un caso en que a ella se opone del modo más enérgico el principio docto o indocto: yo me di cuenta de que Sócrates y Platón son síntomas de decaimiento, instrumentos de la disolución griega, pseudogriegos, antigriegos (referenciado del “nacimiento de la tragedia”, 1872).
Recuérdese bien, quiénes eran los espartanos y en qué se fundamentaba su modo de vida. Si bien es cierto, Platón comparte, en cierta forma, la educación espartana entre los griegos, trata, al igual que su maestro Sócrates, de darle sentido a través de “la razón”.
Es, precisamente, esa “razón” socrática la que se convierte en el principio de toda una filosofía que Nietzsche considera como síntoma de decaimiento, porque allí donde no se puede erigir la fuerza sin explicación alguna, no queda más que la debilidad con sus razones. Esta “razón” es el motivo para la construcción de todo un marco abstracto de carácter conceptual que llega a las más altas cúspides con Kant y del que Nietzsche discrepa con total irreverencia.
Ha sido la crítica a una “razón” que fundamenta a una moral de personas que no pueden sostenerse con su propia humanidad, el principio de la filosofía nietzscheana y la que dio origen a “la muerte de Dios”, al “eterno retorno”, a la “voluntad de poder” y, por último, al surgimiento del “superhombre”.
4. Reconstruir el contexto histórico en el cual se enmarcó la vida y la obra de Nietzsche; además, identificar de qué manera el contexto histórico contribuyó a la concepción de sí y de los otros.
Esbozo de la filosofía de Nietzsche:
Como se dijo antes, la filosofía nietzscheana representa en la historia de la filosofía un radical enfrentamiento con la tradición ética occidental establecida a partir del pensamiento socrático-platónico y sus derivados cristianos.
Nietzsche desarrolla, para ello, una interpretación de la historia desde la dimensión estética, la cual denominó “lo apolíneo y lo dionisiaco”, la cual se basa en una comprensión del distanciamiento del pensamiento de la vida misma que se da a partir de la reflexión propuesta por la filosofía socrática, que niega a ésta por la intervención de una realidad trascendente que la vuelve estática e inmutable. Para Nietzsche, la vida, por el contrario, es contradictoria y mutable.
Se puede sintetizar, para una mayor comprensión, la filosofía nietzscheana, de la siguiente manera:
Crítica de la metafísica: Oposición de Nietzsche al dualismo ontológico platónico:
El mundo sensible e imperfecto versus el mundo suprasensible y perfecto (Platón): Un mundo en donde la realidad por cuenta de Sócrates y Platón queda escindida por medio de lo ideal.
Para ello, Nietzsche objetó lo siguiente:
La infravaloración de la realidad sensible se debe a su mutabilidad, en tanto la razón instrumentaliza con categorías inmutables (conceptos) que no desconoce la “imperfección” y la “dependencia”.
Lo suprasensible es una ficción que se elabora para negar una realidad sensible que es única desde todo punto de vista.
Lo suprasensible es para Nietzsche una reacción contra la vida, una negación del valor fundamental de la voluntad. Una voluntad que se justifica como acción ante el padecimiento mismo que la vida conlleva en sí.
Crítica de la moral platónico-cristiana: Esta moral va en contra de los instintos vitales.
Crítica del conocimiento: la filosofía platónico-cristiana hace corresponder una realidad inmutable con un conocimiento inmutable (conceptual), lo que falsea el conocimiento de la realidad tal y como es.
La muerte de dios: el análisis que hace Nietzsche del recorrido filosófico de occidente, lleva al filósofo a establecer que el concepto “Dios” ha sido el rector del pensamiento. Pero, de forma inconsciente, el hombre occidental ha ido matando a Dios, expulsándolo de su cultura, de su pensamiento. Conciente de dicha pérdida, el hombre occidental queda desarticulado y pierde el sentido de su vida. A partir de aquí, sepulta el monoteísmo, se entrega a una multiplicidad de dioses en un esfuerzo por salvar una imagen que, de todas maneras, ya no se sostiene con las metafísicas tradicionales y que no hace trascender el concepto en el cual creía. De esta manera, llega al ateísmo, a un nihilismo que resume Nietzsche en tres momentos:
a. Nihilismo como resultado de la negación.
b. Nihilismo como autoafirmación.
c. Nihilismo como enfoque de una nueva valoración. (“Superhombre”).
La propuesta de Nietzsche: La voluntad como valor supremo de la vida.
BIOGRAFÍA
NIETZSCHE, FRIEDRICH
(Röcken, actual Alemania, 1844-Weimar, id., 1900) Filósofo alemán, nacionalizado suizo. Su abuelo y su padre fueron pastores protestantes, por lo que se educó en un ambiente religioso. Tras estudiar filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, a los veinticuatro años obtuvo la cátedra extraordinaria de la Universidad de Basilea; pocos años después, sin embargo, abandonó la docencia, decepcionado por el academicismo universitario. En su juventud fue amigo de Richard Wagner, por quien sentía una profunda admiración, aunque más tarde rompería su relación con él. La vida del filósofo fue volviéndose cada vez más retirada y amarga a medida que avanzaba en edad y se intensificaban los síntomas de su enfermedad, la sífilis. En 1882 pretendió en matrimonio a la poetisa Lou Andreas Salomé, por quien fue rechazado, tras lo cual se recluyó definitivamente en su trabajo. Si bien en la actualidad se reconoce el valor de sus textos con independencia de su atormentada biografía, durante algún tiempo la crítica atribuyó el tono corrosivo de sus escritos a la enfermedad que padecía desde joven y que terminó por ocasionarle la locura. Los últimos once años de su vida los pasó recluido, primero en un centro de Basilea y más tarde en otro de Naumburg, aunque hoy es evidente que su encierro fue provocado por el desconocimiento de la verdadera naturaleza de su dolencia. Tras su fallecimiento, su hermana manipuló sus escritos, aproximándolos al ideario del movimiento nazi, que no dudó en invocarlos como aval de su ideología; del conjunto de su obra se desprende, sin embargo, la distancia que lo separa de ellos. Entre las divisiones que se han propuesto para las obras de Nietzsche, quizá la más sincrética sea la que distingue entre un primer período de crítica de la cultura y un segundo período de madurez en que sus obras adquieren un tono más metafísico, al tiempo que se vuelven más aforísticas y herméticas. Si el primer aspecto fue el que más impacto causó en su época, la interpretación posterior, a partir de Heidegger, se ha fijado, sobre todo, en sus últimas obras. Como crítico de la cultura occidental, Nietzsche considera que su sentido ha sido siempre reprimir la vida (lo dionisíaco) en nombre del racionalismo y de la moral (lo apolíneo); la filosofía, que desde Platón ha transmitido la imagen de un mundo inalterable de esencias, y el cristianismo, que propugna idéntico esencialismo moral, terminan por instaurar una sociedad del resentimiento, en la que el momento presente y la infinita variedad de la vida son anulados en nombre de una vida y un orden ultraterrenos, en los que el hombre alivia su angustia. Su labor hermenéutica se orienta en este período a mostrar cómo detrás de la racionalidad y la moral occidentales se hallan siempre el prejuicio, el error o la mera sublimación de los impulsos vitales. La «muerte de Dios» que anuncia el filósofo deja al hombre sin la mezquina seguridad de un orden trascendente, y por tanto enfrentado a la lucha de distintas voluntades de poder como único motor y sentido de la existencia. El concepto de voluntad de poder, perteneciente ya a sus obras de madurez, debe interpretarse no tanto en un sentido biológico como hermenéutico: son las distintas versiones del mundo, o formas de vivirlo, las que se enfrentan, y si Nietzsche ataca la sociedad decadente de su tiempo y anuncia la llegada de un superhombre, no se trata de que éste posea en mayor grado la verdad sobre el mundo, sino que su forma de vivirlo contiene mayor valor y capacidad de riesgo. Otra doctrina que ha dado lugar a numerosas interpretaciones es la del eterno retorno, según la cual la estructura del tiempo sería circular, de modo que cada momento debería repetirse eternamente. Aunque a menudo Nietzsche parece afirmar esta tesis en un sentido literal, ello sería contradictorio con el perspectivismo que domina su pensamiento, y resulta en cualquier caso más sugestivo interpretarlo como la idea regulativa en que debe basarse el superhombre para vivir su existencia de forma plena, sin subterfugios, e instalarse en el momento presente, puesto que si cada momento debe repetirse eternamente, su fin se encuentra tan sólo en sí mismo, y no en el futuro.
BIBLIOGRAFÍA
LIBERMAN, Arnoldo. Nietzsche o la muerte del padre. En: La nostalgia del padre. —————–Un ensayo sobre el derrumbe de la certeza paterna. Temas de hoy. España, 1964.
PRADO, Juán Manuel. El autor y su obra. Alianza editores. España. 1981.
NIETZSCHE, Fiedrich. De mi vida: escritos autobiográficos de juventud. 1856.
MILLER, Alice. La vida no vivida y la obra de un filósofo vital (Fiedrich Nietzsche). ——————–En: La llave perdida. Tusquets editores. Barcelona. 1981.
FRENZEL, Ivo. Nietzsche. Biblioteca Salvat de grandes biografías. Versión española de la obra original alemana “Nietzsche”, publicada por Rowohlt Taschenbuch Verlag GmbH, Hamburgo. Traducción de Rosa Pilar Blanco. Salvat editores, S.A. Barcelona, 1985.

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