Apuntes
EL
PROCESO DE DESCOTIDIANIZACIÓN
EN
LA NOVELA EL
EXTRANJERO
Por:
Raúl de J. Roldán Álvarez
De un recurso fundamental se apropia
Camus para relatarnos –tal y como lo hizo Kafka en su momento-- el proceso
mediante el cual el hombre del siglo XX –entiéndase también la mujer— quedó
atrapado en las garras del código de la modernidad. Este recurso no es otro que
el de la antítesis.
Meursault es, precisamente, la
antítesis de ese tipo de hombre del siglo XX. Este personaje representa, por
antonomasia, la descotidianización del ámbito social como proceso necesario
para superar la alienación producida por los sistemas que suplantaron la
responsabilidad individualidad, que derivaron en la dictadura de lo colectivo.
Era claro para Camus –porque él la
sufrió--, que una sociedad como la europea --la cual enfrentaba los estragos de
dos guerras mundiales en menos de veinticinco (25) años—había cotidianizado su
accionar –desde el siglo XIX—con base en ideologías y dogmas fundados en una
lógica paradójica que anclaba todo su andamiaje cultural en una voluntad de
futuro sin la comprensión de sus propios inamovibles y absurdos.
La aparente frialdad del personaje principal
de El Extranjero es un recurso literario que Camus utiliza para que el lector
se pregunte, desde el primer párrafo, por la conducta de aquel y trate, por
contraste consigo mismo, de encontrar dicho simbolismo que llevó a la sociedad
europea de las dos posguerras al suicidio de carácter físico y/o filosófico. Meursault
es, por tanto, la utopía que se responsabiliza, habla siempre en primera
persona, no usa posesivo alguno para referirse a su madre y tampoco manifiesta afectividad
ante el deceso de ésta. Sus frases cortas son sentencias que se impone. Tal
parece que su única intención manifiesta es la de enfocarse en lo que atañe a
su responsabilidad individual más allá de implicaciones emocionales que no
considera de su competencia, las cuales responden a un código cultural que no
comparte.
Ya desde los párrafos iniciales de la
novela puede observarse como la conducta del mencionado personaje se va
justificando –aunque éste no se justifica jamás por sí mismo--, cuando al
solicitar la licencia de trabajo por dos días a su patrón, no solo afirma su
incapacidad para sentirse culpable por aquel fallecimiento sino que manifiesta
y reitera que la muerte de su madre solo es una excusa oficial para un sistema que
solo puede imponer obligaciones; pero que, a su vez, es poco permisivo, cuando
se trata de conductas que se avienen a consideraciones individuales.
De igual modo, en el párrafo tercero,
puede establecerse como Meursault se enfoca en las condiciones que rodean su
partida y, mientras todos sus conocidos están ocupados brindándole condolencias
por la muerte de su madre; él, en tanto, solo se preocupa y asegura de contar
con un traje adecuado para el funeral, sin compartir con ellos la proxemia que
rodea a un evento que se supone calamitoso. Evento que considera por fuera de
su control y solo puede verlo como lo que es: un funeral.
De esta manera --desde el principio y durante
toda la novela-- Camus describe un personaje que no comparte la cotidianidad
del código moral de sus contemporáneos y que adelanta, con actitud de
extranjero entre los mismos, una tarea de reconocimiento de un engranaje que
intenta diluir su individualidad en beneficio de un poder sin nombre.
Meursault, aunque reconoce claramente
la fatalidad de estar adscrito a una época, decide no ser un factor de la
reproducción de un sistema al modo como lo hacen los demás; y, por el
contrario, con su actitud asegura su pequeño espacio de felicidad en una época
en la que la culpa sirve de fundamento irracional para la cohesión social.
Este personaje, en apariencia parco y
distante de todo, es el único hombre en el texto que puede reconocerse como tal
y se erige como un ser que, pese a todas las imposiciones del sistema, puede
oponerse al árido e incoherente discurso de la institucionalidad que todos los
miembros de la sociedad aceptan sin protestar.
Meursault, en estas condiciones,
representa la rebeldía en contra de todo lo que implique el sometimiento a una
moral externa que deje de lado la conciencia personal del instante y adelante
una tarea sistemática de reducir al hombre a una cotidianidad de códigos que le
convierten en un simple maniquí del poder y una máquina del cohabitar.
Frente a un sistema de esta
naturaleza, el personaje se propone evidenciar la irracionalidad en la que se
sostiene la dialéctica de la muerte, de la cárcel y de la alienación de la
institución encargada de administrar justicia; y, cualquier día, decide asesinar
un árabe invocando una razón tan irracional como aquellas derivadas de las
mismas prácticas discursivas de las que se alimenta el conjunto de los miembros
de su sociedad. Pero esta institución de justicia, que no puede ver desafiada
su propia preceptiva jurídica, salda cuentas con el asesino Meursault y no lo
juzga por el crimen que cometió –porque siempre hay razones legales en el
discurso jurídico para justificar el asesinato-- sino por su actitud ante un
sistema que demanda respeto y obediencia ciega. Meursault, de acuerdo con el juicio que se le
adelantó, era culpable antes de que cometiera dicho asesinato, en virtud de que
una conducta personal como la suya estaba rompiendo con la cotidianidad
impuesta.
Es por esto, que un metadiscurso
estaba asegurando ya la descotidianización de unas prácticas sociales y solicitaba
la emergencia de una racionalidad indispensable y Meursault se convertía, por
tanto, en un riesgo para una comunidad que debía de someterse a los designios
de un sistema. Esta es la propuesta que Camus entrega con la conducta de su
personaje principal y la cual hace evidente, permanentemente, en la novela: Un
enfrentamiento con aquellos eventos que para la mayoría son la conducta regular
de una época y sustituyen de modo inconsciente la conciencia individual.
Para la implementación de dicho metadiscurso,
Camus expone un proceso fundado en la actitud atípica de dicho personaje y
comienza por no permitirle a éste que argumente su existencia con la moral
institucional, porque esta conlleva mecanismos de exclusión que no deben
afectarlo de manera alguna. Considera que estos mecanismos son dispositivos organizados
que, de modo calculado encadenan y adelantan, a la vez, una tarea de cotidianización
de la mente humana por medio de un código que arrastra sin conciencia a todos
sus practicantes.
Es así como la emergencia de un
discurso fundado en la libertad de pensamiento, de actuación y de decisión es
la propuesta que se deriva de El Extranjero por Albert Camus: Una propuesta que
posibilita romper con ese círculo vicioso de la responsabilidad exigida no
realizada a conciencia. Propuesta que contribuye, en consecuencia, a la
descotidianización de ciertos códigos que mantienen la sociedad de su época
sometida a los delirios de la dictadura de una razón paradójica, que transforma
al hombre en una entidad seriada al servicio de un poder abstracto e impersonal,
para el cual solo representa un factor de reproducción y de producción del propio
sistema que crea y se recrea.
Camus, por esta vía, termina distanciándose
del existencialismo en bruto y propone “el hombre absurdo” como una salida para
mantener los pies puestos sobre la tierra y reconocer, así, los límites de una
libertad edificada sobre la base de la manipulación colectiva.
Sábado, 24 de noviembre de 2007
No hay comentarios.:
Publicar un comentario